LA ÉTICA DE KANT

Filosofía y Teatro

El pensamiento de Immanuel Kant fue un parteaguas para la historia de la filosofía. Es importante destacar la preocupación de Kant por dar respuesta a tres preguntas fundamentales; ¿qué podemos saber?, ¿qué debemos hacer? y ¿qué podemos esperar? La resolución de cada cuestión se halla en tres obras clave: Crítica de la razón pura (1781) cuyo tema fundamental es epistemológico, Crítica de la razón práctica (1788) alude a la ética, y Crítica del juicio (1790) trata el tema estético. Estas tres obras fundamentan sus sistemas de pensamiento.


Immanuel Kant es conocido por proponer una Ética formal, distinta a la ética material cuyos autores pioneros son: Sócrates, Platón y Aristóteles. En términos simples, la Ética material traza una trayectoria para alcanzar un bien preciso, por ejemplo la virtud, dicho sea de paso es un Bien que se halla fuera del sujeto. Por otro lado, el Formalismo kantiano sostiene que el bien es inherente al sujeto, es decir se encuentra dentro de él. El máximo bien según Immanuel Kant es la Buena voluntad y todos, absolutamente todos tienen esa facultad.

En la película de Joker (2019) dirigida por Todd Phillips, el personaje principal Arthur Fleck en una escena sube al camión y se sienta atrás de una señora que va con su hija de aproximadamente 6 años, Arthur hace contacto visual con la niña y genuinamente intenta hacerla reír, es decir tiene un gesto de empatía con la criatura, en este sentido Kant nos diría que incluso Arthur posee una buena voluntad porque tiene la facultad de hacer algo bueno por alguien sin ningún tipo de interés utilitario, es decir él no pidió dinero, simplemente lo hizo, no obstante a lo largo de su vida no llega a desarrollar conductas del todo buenas y correctas.

En este sentido no debemos de perder de vista que todos los seres humanos poseen una Buena Voluntad pero no basta con poseer la facultad, nos dice Kant, sino debemos desarrollarla a través de nuestros actos diarios. No basta con ser buenos un día y al otro no, sino hacerlo siempre porque es nuestro deber.

Esto significa que la bondad o maldad no dependen de las cosas como sostendría la ética material, sino del ser humano a partir de sus elecciones diarias. Por ejemplo, el dinero puede ser bueno si lo utilizamos para ayudar a personas de sectores vulnerables, como niños en situación de calle o personas de la tercera edad, pero también podría ocurrir que con el dinero compremos drogas, ello implica destruir nuestra salud y desarrollar una adicción a sustancias nocivas. Por lo tanto, el bien no está en las cosas, en este caso en el “dinero” sino en uso que le confiere el sujeto. Dicho de otro modo, las cosas en sí mismas carecen de bondad o maldad porque el humano es quién tiene la facultad de decidir si algo es bueno o malo, cualquier Bien puede convertirse en algo corrupto en las manos equivocadas.

Entonces ¿Cómo sabemos cuándo un acto es bueno en sí mismo? El filósofo se da cuenta de la dificultad de la cuestión, pues tendríamos que acudir a la experiencia para validar cada una de las conductas, como sabemos éstas pueden ser múltiples, para ello propone una fórmula que resuelve el conflicto, de ahí viene el nombre de formalismo kantiano pues propone una clase de ecuación donde X y Y no tienen un valor asignado pero llegan a un resultado objetivo, correcto, válido y universal. Dicho en otras palabras propone una especie de moldes que funcionan para cualquier conflicto de orden moral y el resultado siempre será positivo y válido independientemente de la situación porque supone una validez universal.

Siguiendo esta idea, la ética es por antonomasia una disciplina normativa. Dicho vocablo viene de norma y en latín significa escuadra, como sabemos es un instrumento que sirve para medir, en este sentido la ética es prescriptiva, ya que establece un orden ideal a partir de reglas.

En este tenor, el mandato o fórmula que propone el filósofo básicamente es uno dividido en tres, pero antes de explicarlos me gustaría señalar que hay dos clases de imperativos. Recordemos que un imperativo es una oración y tiene como propósito modificar la conducta del sujeto porque es un mandato. La publicidad está permeada de imperativos por ejemplo: ¡A qué no puedes comer sólo una! Es una provocación dirigida al espectador para que compre el producto, una vez aclarado este punto seguimos con la explicación de los tipos de imperativos. Kant reconoce dos clases: los imperativos hipotéticos y categóricos.

Los imperativos hipotéticos son subjetivos y tienen esta forma (A → B) Si quiero A entonces tengo que hacer B. Significa que dependen de una condición para que se lleven a cabo. Es decir si quieres ser inteligente debes ser culto. Pero sabemos que no es prioridad para todas las personas cultivar el intelecto, en este sentido el ser culto es un imperativo para mí, pero quizá no lo sea para los demás y aceptaría con sensatez que para otra persona no sea importante, porque quizá para él o ella es elemental esculpir su cuerpo en un gimnasio o viajar para conocer el mundo, en todo caso ninguna de las cosas antes mencionadas define la calidad moral de una persona, por ello no son estrictamente obligatorias, pues depende de cada sujeto.

Pongo otro ejemplo para que quede fija la idea. Si quieres gozar de fama debes ser rico, entonces la persona tendrá que dedicarse a reunir una cantidad colosal de dinero para cumplir su cometido y tener fama, pero dicho mandato sólo es práctico para la persona que se lo propone, no para el resto, porque quizá a mí no me interese ser famoso. Esto es un indicador de la naturaleza del imperativo hipotético; su subjetividad e imposibilidad de convertirse en una ley universal. Nadie con un poco de raciocinio se atrevería a predicar como ley universal un gusto personal y si ello ocurre sería muy cuestionable.

En consecuencia, los imperativos hipotéticos no pueden ser considerados leyes o principios universales, ya que se valen de un medio para alcanzar el fin propuesto y no obedecen a un fin último, esto quiere decir que pueden ser medios para otro fin y dicho fin a su vez puede fungir como medio para otra cosa y así sucesivamente.

Los imperativos hipotéticos son de habilidad, prudencia y sagacidad. Para obtener el fin de dichos imperativos el sujeto deberá realizar determinada actividad y alcanzar el fin, sin embargo, ninguno de ellos obedece a una necesidad natural, esto significa que son condicionados o contingentes.

Por otro lado, el imperativo categórico sí alude a una obligatoriedad y necesidad. Como lo mencioné anteriormente se divide en tres.
Obra como si la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu voluntad, ley universal de la naturaleza (Kant. 2003. P 57)

Para hablar de una ley universal debe haber un presupuesto básico o condición de posibilidad, es decir debe existir necesariamente libertad. Sin ella no podríamos hablar de moralidad, responsabilidad, deber y autonomía. El problema del mal sólo puede ser resuelto a través de la libertad humana, ya que las teodiceas no ofrecen una explicación plausible.

Una vez aclarado este punto daré comienzo a la explicación del imperativo categórico. Básicamente se refiere a lo siguiente: si una persona se encuentra ante una situación moral debe formularse la pregunta ¿qué pasaría si todos actuaran como yo? Si la respuesta arroja resultados negativos, es decir si tu conducta apunta a una perversión del bien común entonces debes cambiarla. Por ejemplo, las “mentiras piadosas”. Sí todos humanos mintieran sólo para no herir a las personas, viviríamos en un mundo de mentiras, nadie sabría si le están diciendo la verdad o no. En este sentido la mentira no se justifica ante ninguna circunstancia porque ello lleva a un punto perjudicial para la sociedad. La ley que el individuo debe seguir, es decir la verdad, cabe preguntarse ahora ¿qué pasaría si nadie mintiera? No habría corrupción, por ejemplo, ello supone un bien social, entonces la máxima es meritoria.

La siguiente forma del imperativo categórico es: Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio. (Kant. 2003. P 67)

Al inicio del texto mencioné, que todos los humanos están dotados de Buena Voluntad, pero no todos llegan a desarrollarla por una sencilla razón, somos libres. En este tenor, la buena voluntad es la base de todo análisis o razonamiento antes de actuar, cada persona sabe qué es lo correcto pero cada uno toma distintas decisiones.

En esta tesitura, cuando una persona actúa por miedo o con la intención de obtener algo después de realizar un acto moral, entonces el móvil de la acción no es hacer el bien por el bien, sino alude a un fin utilitario. Por lo tanto no es un acto correcto. La naturaleza de la segunda forma del imperativo categórico tiene que ver con no utilizar a las personas como medios sino como fines en sí mismos.

Por ejemplo, el transporte público va saturado de gente e ingresa una mujer de la tercera edad, un hombre cortésmente se levanta y cede su lugar. Pero el caballero lo hace porque va acompañado de su novia y no quiere que su novia piense mal de él, en este sentido, Kant diría que el acto no es correcto porque el hombre uso a la viejita como medio para hacer pensar a su novia que era un hombre cortés, pero si fuera solo no lo haría. Para Kant toda acción moral debe valorar a la persona como fin en sí mismo y nunca como medio.

Para concluir, la tercera forma del imperativo es: Obra en la idea de la voluntad de todo ser racional como voluntad legisladora universal. (Kant. 2003. P70)

Esto significa que cada ser humano es autónomo. Las personas autónomas se autolegislan, es decir se ponen reglas basadas en la razón o en el imperativo categórico, que dicho sea de paso es el camino para alcanzar la libertad y dignidad, porque en esa acción me dignifico y a la humanidad entera. Soy libre y digno porque elijo hacer lo correcto, aunque no siempre sea fácil, me dignifico dignificando al otro.

No hay nada más fascinante que una persona que se propone objetivos y los cumple, Kant nos dice en La crítica de la razón pura, que el ser humano conoce los límites la realidad, por ejemplo, nadie va a andar desnudo a las 5 de la mañana en pleno invierno, no lo hacemos, porque conocemos nuestros límites, sabemos que si lo hacemos enfermaremos y eso no es agradable. En este tenor, cuando una persona se autoimpone leyes lo hará pensado en esos límites, sabemos que es posible no mentir, lo hemos hecho, por lo tanto puedo cumplir con esa norma moral y no mentir. En esta tesitura el ser humano forma parte de esa comunidad de personas libres, responsables, racionales y autónomas porque el principio que los rige es la razón.

Escrito por: Florencia Juárez González.


Bibliografía:
Kant, Immanuel, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Madrid, Ediciones encuentro, 2003.
Arrollo, Francisco Manuel, Kant: ¿qué podemos saber y qué debemos hacer? En busca de los límites del conocimiento y de la moral, Madrid, RBA, 2015.

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